lunes, 7 de diciembre de 2009

La caza de Brujas


La magia y la brujería son tan remotas que incluso ya en la antigüedad, en el código de Hammurabi, eran condenadas. Cuando alguien era acusado de brujería se le tiraba al río, si este lo arrastraba por su cauce con fatales consecuencias, significaba que el río lo había condenado por sus hechos y sus pertenencias pasarían al acusador. Por el contrario, si se salvaba, se demostraba su inocencia y el acusador sería castigado a muerte, heredando el acusado, toda su hacienda. Sin embargo nunca se llegó a una persecución masiva como sucedería a comienzos de la época Moderna.
La biblia también prohíbe la magia en el Antiguo Testamento diciendo en uno de sus libros… “No realizaréis adivinación ni magia” e invita a la persecución con la frase: “Los magos no los dejarás vivir”. Esta última frase la tradujo más tarde Lutero: “Las magas no las dejarás vivir”. A pesar de ello las brujas, en el sentido moderno, no aparecen en la Biblia, aunque esto no sirviera para evitar el uso de estas citas para probar su existencia y condenarlas.
En la Edad Media, Los germanos, antes de ser convertidos al cristianismo, conocían la quema de los magos y brujas que realizaban encantamientos perjudiciales. Sin embargo en la Baja Edad Media carolingia no hubo caza de brujas, de hecho, en el concilio de Paderborn del año 785, se castigaba tanto la creencia en las brujas como su persecución.
Las primeras condenas de brujas se realizaron en el siglo XIII con la aparición de la inquisición. Esta tenía como actividad principal castigar la herejía, ya que la brujería no resultaba tan peligrosa como esta. El Papa Alejandro IV aclara a los inquisidores que las brujas no pueden ser perseguidas sin denuncia alguna.
A finales de la Edad Media se comienza a vislumbrar una diferente imagen de las brujas. Estas comienzan a rendir, supuestamente, culto al Diablo y es por tanto considerado como una desviación de la ortodoxia -adoración a otros dioses- y es el momento en que la iglesia toma partida en el asunto mediante la inquisición.
Durante siglos persiguieron a todo aquel que se apartara del ideal de vida propuesto por la iglesia. Y no todas fueron mujeres. También hubo un número significativo de hombres ejecutados que habían sido acusados de brujería, aunque se consideraba que la mujer estaba más inclinada al pecado y era más receptiva a la influencia de Lucifer, es por ello que se podría decir que el concepto de brujería en la Edad Moderna tenía un fuerte carácter misógino.
Este nuevo concepto de brujería fue difundido por toda Europa mediante unos tratados y manuales para inquisidores. El primer tratado de gran repercusión, gracias a la llegada de la imprenta y que además llegaría a ser el manual más utilizado en la caza de brujas del Sacro Imperio Romano Germánico, fue el Malleus Maleficarum o martillo de las brujas en él que se afirmaba su existencia y advertía que la creencia en brujas era considerada como un delito.
La persecución se realizaba por juzgados civiles y denuncias del pueblo. El proceso consistía en la acusación de brujería, en la que no se les permitía defenderse; detención de la bruja en la que eran llevadas a mazmorras o torres; interrogatorio, en el que normalmente se las torturaba; pruebas a las brujas, en las que eran sometidas a diferentes pruebas para verificar si poseían habilidades extraordinarias; confesión; interrogatorio para obtener cómplices, es decir, otras brujas con lo que se daban procesos en cadena; condena y ajusticiamiento, en el que eran quemadas vivas en la hoguera.


La Historia de Halloween


Halloween tiene su origen en la festividad céltica de Samhain que tenía lugar a finales de octubre y principios de noviembre. En este día se celebraba el fin de la temporada de cosecha, el comienzo del invierno así como el comienzo del año nuevo celta. Los celtas pensaban que durante esos días los muertos y espíritus podían volver a la tierra, ya que la línea que separaba ambos mundos era mucho más estrecha.
Se cree que durante Samhain se utilizaban trajes y máscaras, se hacían grandes hogueras y se sacrificaban animales. Todo ello se hacía para ahuyentar a los espíritus malignos. Se supone también que ponían dulces y comida en la puerta de las casas, pensando que así, los espíritus quedarían satisfechos y se marcharían sin hacerles daño. Esta es una de las posibles explicaciones de la tradición actual que consiste en que los niños van de casa en casa pidiendo dulces con el famoso “truco o trato”.
Cuando los romanos conquistaron la mayoría del territorio celta, se incorporan dos festividades más: Feralia y Pomona. En Feralia se rendía culto a los muertos haciendo sacrificios y plegarias a sus dioses paganos. Pomona por su parte, fue el festival de la cosecha. Su nombre se debe a la diosa de las cosechas y los frutos cuyo símbolo era una manzana.
Cuando el cristianismo llega a los pueblos Celtas, pese a los esfuerzos de la iglesia católica, Samhain no desaparece si no que sufre una transformación. El calendario gregoriano apunta que el día 1 de noviembre pasa a ser el día de Todos los Santos, Samhain pasa a denominarse All-hallows Eve, origen del término Halloween (víspera de todos los santos, 31 de octubre) y el día 2 de noviembre pasa a ser el día de Todos los Difuntos.
Con la llegada a América de inmigrantes irlandeses llega también su cultura, su folclore y sus tradiciones, entre ellas Halloween. Fueron ellos quienes difundieron la tradición de tallar las calabazas debido a una leyenda sobre un hombre llamado Jack.
Jack era un granjero que engañaba a sus vecinos y amigos. Su reputación era tal, que su nombre llegó hasta los oídos del mismo Diablo quien decidió ir a comprobarlo por sí mismo. Disfrazado de hombre corriente, se puso a beber con el granjero durante horas y finalmente cayó en la cuenta de que, realmente, era un ser vil y malvado. Se descubrió ante él para llevarlo al infierno para hacerle pagar por todos sus pecados pero Jack pidió una ronda más como última voluntad y aceptó. A la hora de pagar, y viendo que ninguno de los dos tenía dinero, Jack propuso a Satanás transformarse en moneda para liquidar la cuenta. Al transformarse, el granjero metió la moneda en su bolsillo donde tenía un crucifijo de plata y el Diablo quedó atrapado. Este ordenó al granjero que lo dejara libre, pero Jack, que era un hombre astuto, le hizo prometer que lo dejaría marchar y que no le volvería a molestar durante un año. Así fue y al año siguiente Satanás reapareció en casa de Jack. Este volvió a pedir un último deseo, el diablo debía subir a un árbol para cogerle una manzana y llenar así su estómago antes de que empezara su calvario. Lucifer accedió nuevamente. Cuando ya estaba arriba, Jack talló una cruz en el árbol que le impedía bajar. Lucifer le volvió a pedir que lo soltara, pero Jack le ofreció un nuevo trato, debería dejarlo en paz durante diez años y no reclamaría su alma en el momento de su muerte. Cuando Jack muere se le prohíbe la entrada al cielo por todos los pecados que había cometido durante su vida, así que es enviado al infierno. Allí tampoco es aceptado debido al acuerdo que había realizado con Lucifer, así que este, lo condenó a deambular por el mundo portando un nabo hueco que contenía una luz en su interior para guiarle por su eterno vagar entre el bien y el mal. Más tarde fue conocido como Jack el de la linterna (Jack of the Lantern).
Aunque en principio se utilizaran los nabos para Halloween como cuenta la leyenda de Jack, luego y con la llegada de los inmigrantes irlandeses a Estados Unidos, se dieron cuenta de que en esta región, las calabazas eran más abundantes y además eran más grandes y fáciles de tallar. También se cree que uno de los motivos de decorar las casas con ellas, muchas veces con miradas y gestos diabólicos y aterrorizadores, era para evitar que Jack el tacaño llamara a las casas.
Otra de las teorías o posibilidades sobre la tradición de los dulces no se remonta a la cultura celta, sino que proviene de una práctica que surgió en Europa durante el siglo IX en la que en el Día de los Difuntos, los cristianos iban de pueblo en pueblo mendigando los denominados “pasteles de difuntos”, hechos de pan con uvas pasas, prometiendo rezar por el alma de los difuntos de quienes ofrecían los dulces. Cuantos más pasteles se regalaban, mayor era el número de oraciones que recibirían sus difuntos. Todo esto se debía a que durante esa época se pensaba que cuando moría una persona, su espíritu permanecía en el limbo durante un período de tiempo posterior a la muerte, y que las oraciones, incluso rezadas por personas extrañas, podían acelerar el ingreso en el cielo.
Esta práctica fue difundida por Estados Unidos en un intento de controlar los altercados que se producían durante la noche de Halloween. Casi a finales del siglo XIX se empezó a considerar por algunas comunidades que la noche de Halloween era una noche de diversión a costa de los demás. Una diversión basada en derribar cercos, enjabonar ventanas, lanzar huevos a las puertas, etc. Diversos grupos de las diferentes comunidades propusieron alternativas para contrastar con ese vandalismo. Comenzaron a realizarse concursos de calabazas talladas y de disfraces para niños y adultos, retomando así el espíritu de los primitivos cristianos que iban de casa en casa disfrazados ofreciendo una sencilla representación o número musical a cambio de alimento y bebida.