La magia y la brujería son tan remotas que incluso ya en la antigüedad, en el código de Hammurabi, eran condenadas. Cuando alguien era acusado de brujería se le tiraba al río, si este lo arrastraba por su cauce con fatales consecuencias, significaba que el río lo había condenado por sus hechos y sus pertenencias pasarían al acusador. Por el contrario, si se salvaba, se demostraba su inocencia y el acusador sería castigado a muerte, heredando el acusado, toda su hacienda. Sin embargo nunca se llegó a una persecución masiva como sucedería a comienzos de la época Moderna.
La biblia también prohíbe la magia en el Antiguo Testamento diciendo en uno de sus libros… “No realizaréis adivinación ni magia” e invita a la persecución con la frase: “Los magos no los dejarás vivir”. Esta última frase la tradujo más tarde Lutero: “Las magas no las dejarás vivir”. A pesar de ello las brujas, en el sentido moderno, no aparecen en la Biblia, aunque esto no sirviera para evitar el uso de estas citas para probar su existencia y condenarlas.
En la Edad Media, Los germanos, antes de ser convertidos al cristianismo, conocían la quema de los magos y brujas que realizaban encantamientos perjudiciales. Sin embargo en la Baja Edad Media carolingia no hubo caza de brujas, de hecho, en el concilio de Paderborn del año 785, se castigaba tanto la creencia en las brujas como su persecución.
Las primeras condenas de brujas se realizaron en el siglo XIII con la aparición de la inquisición. Esta tenía como actividad principal castigar la herejía, ya que la brujería no resultaba tan peligrosa como esta. El Papa Alejandro IV aclara a los inquisidores que las brujas no pueden ser perseguidas sin denuncia alguna.
A finales de la Edad Media se comienza a vislumbrar una diferente imagen de las brujas. Estas comienzan a rendir, supuestamente, culto al Diablo y es por tanto considerado como una desviación de la ortodoxia -adoración a otros dioses- y es el momento en que la iglesia toma partida en el asunto mediante la inquisición.
Durante siglos persiguieron a todo aquel que se apartara del ideal de vida propuesto por la iglesia. Y no todas fueron mujeres. También hubo un número significativo de hombres ejecutados que habían sido acusados de brujería, aunque se consideraba que la mujer estaba más inclinada al pecado y era más receptiva a la influencia de Lucifer, es por ello que se podría decir que el concepto de brujería en la Edad Moderna tenía un fuerte carácter misógino.
Este nuevo concepto de brujería fue difundido por toda Europa mediante unos tratados y manuales para inquisidores. El primer tratado de gran repercusión, gracias a la llegada de la imprenta y que además llegaría a ser el manual más utilizado en la caza de brujas del Sacro Imperio Romano Germánico, fue el Malleus Maleficarum o martillo de las brujas en él que se afirmaba su existencia y advertía que la creencia en brujas era considerada como un delito.
La persecución se realizaba por juzgados civiles y denuncias del pueblo. El proceso consistía en la acusación de brujería, en la que no se les permitía defenderse; detención de la bruja en la que eran llevadas a mazmorras o torres; interrogatorio, en el que normalmente se las torturaba; pruebas a las brujas, en las que eran sometidas a diferentes pruebas para verificar si poseían habilidades extraordinarias; confesión; interrogatorio para obtener cómplices, es decir, otras brujas con lo que se daban procesos en cadena; condena y ajusticiamiento, en el que eran quemadas vivas en la hoguera.
La biblia también prohíbe la magia en el Antiguo Testamento diciendo en uno de sus libros… “No realizaréis adivinación ni magia” e invita a la persecución con la frase: “Los magos no los dejarás vivir”. Esta última frase la tradujo más tarde Lutero: “Las magas no las dejarás vivir”. A pesar de ello las brujas, en el sentido moderno, no aparecen en la Biblia, aunque esto no sirviera para evitar el uso de estas citas para probar su existencia y condenarlas.
En la Edad Media, Los germanos, antes de ser convertidos al cristianismo, conocían la quema de los magos y brujas que realizaban encantamientos perjudiciales. Sin embargo en la Baja Edad Media carolingia no hubo caza de brujas, de hecho, en el concilio de Paderborn del año 785, se castigaba tanto la creencia en las brujas como su persecución.
Las primeras condenas de brujas se realizaron en el siglo XIII con la aparición de la inquisición. Esta tenía como actividad principal castigar la herejía, ya que la brujería no resultaba tan peligrosa como esta. El Papa Alejandro IV aclara a los inquisidores que las brujas no pueden ser perseguidas sin denuncia alguna.
A finales de la Edad Media se comienza a vislumbrar una diferente imagen de las brujas. Estas comienzan a rendir, supuestamente, culto al Diablo y es por tanto considerado como una desviación de la ortodoxia -adoración a otros dioses- y es el momento en que la iglesia toma partida en el asunto mediante la inquisición.
Durante siglos persiguieron a todo aquel que se apartara del ideal de vida propuesto por la iglesia. Y no todas fueron mujeres. También hubo un número significativo de hombres ejecutados que habían sido acusados de brujería, aunque se consideraba que la mujer estaba más inclinada al pecado y era más receptiva a la influencia de Lucifer, es por ello que se podría decir que el concepto de brujería en la Edad Moderna tenía un fuerte carácter misógino.
Este nuevo concepto de brujería fue difundido por toda Europa mediante unos tratados y manuales para inquisidores. El primer tratado de gran repercusión, gracias a la llegada de la imprenta y que además llegaría a ser el manual más utilizado en la caza de brujas del Sacro Imperio Romano Germánico, fue el Malleus Maleficarum o martillo de las brujas en él que se afirmaba su existencia y advertía que la creencia en brujas era considerada como un delito.
La persecución se realizaba por juzgados civiles y denuncias del pueblo. El proceso consistía en la acusación de brujería, en la que no se les permitía defenderse; detención de la bruja en la que eran llevadas a mazmorras o torres; interrogatorio, en el que normalmente se las torturaba; pruebas a las brujas, en las que eran sometidas a diferentes pruebas para verificar si poseían habilidades extraordinarias; confesión; interrogatorio para obtener cómplices, es decir, otras brujas con lo que se daban procesos en cadena; condena y ajusticiamiento, en el que eran quemadas vivas en la hoguera.